el cazurro ilustrado

30 septiembre 2017

Un millón de gracias y algunas historias sabrosas de leer.

Ayer cumplí 57 años.  He recibido multitud de felicitaciones. Como agradecimiento  voy a contaros lo que algunos autores clásicos dijeron respecto  a la  cincuentena:   El Emperador Augusto decía que llegados los hombres a  cincuenta años o por propia voluntad habían  de morir, o habría que matarlos a la fuerza. Opinaba que los que han tenido alguna felicidad,  en esta edad llegaban a la cumbre y aquí terminaba; intuía que a partir de esta edad lo que les pasa a los hombres son enfermedades graves, muerte de los hijos, pérdidas de hacienda, inoportunidades de yernos, entierro de amigos, mantenimiento de pleitos, pagar deudas,  suspirar por lo pasado, llorar lo presente, disimular injurias, oír lastimosas noticias  y tener otros infinitos trabajos.
 Cayo Cornelio Tácito, en los “ Anales” cuenta que Pompeyo se encontró  un pueblo bárbaro de los montes Rifeos (Urales) que  tenía la costumbre  de no querer vivir más de cincuenta años y cuando llegaban a esta edad  hacían grandes hogueras y se quemaban vivos en ellas; los hijos, parientes y amigos  hacían una gran fiesta, comiendo las carnes asadas del muerto;  hacían polvo los huesos  y  se los bebían mezclados con vino, haciendo que las  entrañas de los hijos fueran los sepulcros de los padres.  
Plutarco dice en el libro “De Exilio,” que los Tebanos tenían por  ley  que después de llegar  a los cincuenta años de edad, no osase nadie  acudir a médico para curarse  porque  pensaban  que aquella edad no era ya para vivir más, sino para prepararse cada uno a morir.
Cornelia,  madre de los Gracos, decía a sus hijos   que las personas cuerdas,  de cincuenta años arriba habían de ocupar más sus pensamientos en como recibir la muerte  que no en  buscar  recetas  para  alargar la vida.  
Un  sabio de los Garamantes, antiguo pueblo del norte de África, que se enfrentó a Alejandro Magno, le recordaba  a éste las leyes por  las que se regía su pueblo, remarcando una ley que ordenaba  que ninguna mujer  viviera más de cuarenta años  ni ningún hombre más de cincuenta y si  con esa edad  no morían de muerte natural eran sacrificados a los dioses, porque, decía, gran ocasión es  a los hombres viciosos  pensar que han  de vivir muchos años.
Ya un poco más acá Schopenhauer dijo:  “Al paso que la primera mitad de la vida no es  más que una infatigable aspiración hacia la felicidad, la segunda mitad, por el contrario, está dominada por un doloroso sentimiento de temor, porque entonces se acaba por darse cuenta más o menos clara de que toda felicidad no es más que una quimera, y sólo el sufrimiento es real”.

Pero estoy convencido de que Augusto ni tenía razón, ni los Garamantes atinaron, ni los tebanos andaban acertados, ni Cornelia aconsejaba bien a sus hijos, ni los bárbaros de Pompeyo obraron cuerdamente; también erró Shopenhauer, porque ni la primera mitad de la vida la pasamos buscando la felicidad, ni nos vamos  a pasar el resto con sentimientos de temor y, además, hemos  aprendido a no tomármosla demasiado en serio, pues no saldremos vivos de ella. Y siempre deberíamos tener  en cuenta las palabras de Horacio: “Los dioses dejan por prudencia en la oscuridad más tenebrosa los acontecimientos venideros y se ríen del mortal que lleva sus inquietudes más lejos de lo que debe... Sólo quien es dueño de sí mismo, es feliz; sólo es dichoso, quien puede decir cada día: he vivido .Que mañana Júpiter empañe la atmósfera con tristes nubes o nos conceda un día sereno”. HORACIO, Odas, III, 29.