Olvidos y Alzheimer.
Conocí a una paisana que jamás se preocupó por ninguna
pérdida de animal o cosa de su propiedad, porque siempre tenía a mano un
libro con las oraciones a san Antonio y ante una ausencia o un
olvido, echaba una oración al Santo y en breve tiempo aparecía; ni
siquiera tenía que ser suyo lo desaparecido; los vecinos que
necesitan cualquier favor del santo, recurrían a esta mujer, que
agarraba el libro como si de un oráculo
se tratara, y lo ausente se hacía presente, en un periodo de tiempo más o menos
razonable.
Un día echó en falta el dedal que se ponía en el dedo
corazón para empujar mejor la aguja mientras cosía y fue a poner en marcha el rito habitual, pero
no encontró el libro de las oraciones a San Antonio, necesario para pedir
al Santo que apareciera.
A partir de ese momento comenzó el declive: perdía cosas que
no volvía a encontrar, olvidaba datos, caras, nombres, fechas y hasta
maneras de hacer pero no había posibilidad de recuperarlas. A tanto llegó el deterioro
que sus familiares, a los que ya no recordaba, la llevaron al médico y éste
dudó entre un diagnóstico de demencia senil o Alzheimer y recomendó
un cóctel a base de inhibidores de la colinesterasa con
neurolépticos, pero, en realidad, lo que más necesitaba era su libro de oraciones de san Antonio (de Padua).