
Muchas especies animales marcan su territorio de distintas
maneras y lo defienden “ a capa y espada” de los otros, porque en ello les va
la alimentación, la reproducción y la vida misma. Esto supone que la vecindad
no está exenta de conflictos. Dos osos pelean en la orilla del río
reivindicando para sí aquella parte. El derrotado tendrá que retirarse e ir en
busca de un nuevo territorio. También en los humanos se da este comportamiento
y son habituales las marcas del territorio a través de fronteras que se defienden
con peleas físicas (guerras) y con todo tipo de medidas disuasorias (vallas,
aduanas, muros, policía…). Hasta aquí se comprueba una gran similitud entre los
comportamientos de los animales territoriales y los humanos. Las diferencias
entre las diferentes maneras de defender el territorio entre animales y humanos
vienen definidas por los sentimientos expresados a través del lenguaje que
predisponen a los miembros de un grupo contra los grupos vecinos, de tal
manera que los sentimientos de odio no se dan entre los pueblos alejados en el
espacio sino solamente entre los que están próximos.
Como muestra, mirad el epitafio que los portugueses pusieron
en la tumba de un obispo castellano, pueblos colindantes y con diversas
disputas fronterizas a lo largo de la historia. Dice así: “Aquí yace un
Obispo Castellano, que se naturalizó portugués, para poder morir en gracia de
Dios”.