el cazurro ilustrado

27 septiembre 2017

Otros timos: pseudociencias, ocultismo y Griales.

Las personas tienen derecho a creer en lo que les apetezca, pero también tienen derecho a saber que las pueden estar engañando. Un 15% de la población recurre a curanderos cuando tiene algún problema de salud; entre la cuarta parte y la mitad de los españoles tiene alguna creencia esotérica; las dos principales revistas ocultistas de España venden más de 50.000 ejemplares mensuales, los echadores de cartas y expertos en  artes adivinatorias se anuncian por doquier. La lista de este tipo de datos es muy larga, lo cual es preocupante, por lo menos para aquéllos  a los que una cierta decencia intelectual les impide “creérselo todo” . Y ya, para mejor apoyo   a las pseudociencias, nuestra concejala de cultura, profesora universitaria y descubridora de que el santo Grial está en león, organiza unas  jornadas sobre ocultismo.

Aunque vivimos en la era de la tecnología y la globalización, es evidente que el pensamiento mágico invade los rincones más remotos de nuestra vida: las supersticiones, el deslumbramiento por lo "maravilloso" o lo "sobrenatural", el temor a lo desconocido... son todas dimensiones habituales de la existencia humana, que en nuestro tiempo pueden recubrirse fácilmente con un barniz falsamente científico. En este sentido, recuperar algunas pautas elementales del verdadero pensamiento científico puede ser un camino útil para salvar a nuestra razón del disparate de la magia.
Todas  pseudociencias se basan en el rumor, el testigo aislado o la teoría incomprobable, y nunca en experimentos reproducibles o leyes naturales conocidas. Pero la gente sigue consultando las cartas del tarot, acudiendo a sesiones para hablar con sus muertos y comprando los libros de Charles Berlitz sobre el Triángulo de las Bermudas. ¿Por qué?. La respuesta no es sencilla, porque los factores que se conjugan son muchos y variados. Probablemente el principal es la necesidad del ser humano de escapar a un mundo dudoso, de intentar huir de sus miserias cotidianas; las personas necesitan, como dijo Asimov, unas faldas a las que agarrarse. Y nada mejor que un universo poblado por seres que nos traerán la salvación y una era de prosperidad, adivinos que nos pueden contar el futuro que tanto nos aterra, o montañas mágicas en las que hay siempre tesoros por descubrir. Esto no es nuevo, antes que los extraterrestres existieron los espíritus, y antes las brujas, y antes aún los dioses de la lluvia y del trigo, las sirenas y los minotauros. Sólo que en esta era de tecnología las hadas adoptan nuevos disfraces y vienen en brillantes platillos.
Otro factor de importancia es la adhesión a las pseudociencias como un símbolo de oposición a la ciencia verdadera. Actualmente cualquier avance científico es casi incomprensible para el público medio, que se ve atrapado en un mundo que escapa a su control , y esto genera desconfianza y rechazo. Además aprender ciencia no es fácil, y no abundan los buenos divulgadores; para una persona que no esté versada en geología es mucho más atractivo el mito de la Atlántida que las implicaciones de la Tectónica de Placas. Y no debemos olvidar que el espíritu crítico está completamente ausente en las escuelas y universidades: los conocimientos y teorías se explican como verdades absolutas, sin oportunidad para que el alumno dude; esto acaba convirtiendo a la ciencia en otra religión más a los ojos de muchos creyentes en las pseudociencias.
Unido a esto, nos encontramos con otra creencia que facilita una actitud  grosera ante la ciencia y ante los científicos. Se cree, en amplias capas sociales, que el Barcelona fútbol club  gana el domingo el partido porque Messi es muy inteligente y en cambio se piensa que Einstein formuló la teoría de la relatividad por una simple casualidad.