El otoño, la mejor época del año.
Por más que se intente asociar el otoño a la añoranza, a la
decrepitud, al declive o a la caducidad, siempre será un tiempo de abundancia,
de lluvias, de tormentas y de ocupaciones agrícolas gratificantes, relacionadas
con la recogida de los frutos.
Muchos individuos, siguiendo a los poetas melancólicos
que ven la caída de las hojas, la escasez de la luz solar y la llegada del frío
como símbolos del fin del periodo de la existencia, deciden sufrir en sus
carnes estados depresivos y angustiosos, para que los “expertos” diagnostiquen
el “trastorno afectivo estacional” (SAD) del que han identificado dos patrones
estacionales : un tipo de aparición otoñal, también llamado "depresión
invernal", en el que los principales episodios depresivos comienzan en el otoño
y primeros meses del invierno y desaparecen durante los meses de verano, y un
tipo de aparición primaveral, también llamado "depresión veraniega",
en el que el episodio depresivo grave comienza hacia fines de la primavera y
primeros meses del verano. Y es que el mero hecho de inventar un síndrome, hace
que inmediatamente aparezcan sujetos dispuestos a padecerlo.