Educación y demencia.
Las políticas educativas, incluidas las que se deben desarrollar en la población adulta, pueden tener un gran impacto social y sanitario; de la misma manera que existen suficientes argumentos para recomendar a la población el ejercicio físico, porque es una buena medida para prevenir la aparición de patologías cardíacas, la actividad intelectual mantenida es una excelente forma de prevenir el deterioro cognitivo de cualquier causa.
La educación puede aumentar la “reserva Cerebral” aumentando el número de neuronas o de sus interconexiones, a la vez que proporciona un entrenamiento en habilidades básicas (memoria, lenguaje, etc.) y la adquisición de mejores estrategias complejas (capacidad de razonamiento, etc.) y de un más amplio repertorio de conductas y estrategias compensatorias, todos estos factores llevarían a que un sujeto con mayor “reserva cerebral” podría compensar una mayor pérdida cognitiva, requiriendo mayor "cantidad de enfermedad" para que ésta se manifieste.