el cazurro ilustrado

25 agosto 2017

¿Tenemos la vida en nuestras manos?

Muchas veces está nuestra vida en manos de otros. En las del cirujano que realiza una  operación  quirúrgica; en las del conductor que circula de frente, al lado o adelantando; en las del maquinista de los trenes de alta, media o baja velocidad; incluso puede estar en manos del ganadero que engorda las vacas con Clembuterol o en las del agricultor que rocía con pesticidas los frutos; también puede tenerla en sus manos ese desconocido al que le caemos mal y que tiene sus facultades mentales perturbadas o en las del policía iracundo con pistola al cinto y, cómo no, la vida puede estar en las manos de un fundamentalista a bordo de cualquier vehículo; o en las del carnicero y el pescadero que no mantienen las debidas medidas higiénicas; o en las de un viento huracanado que arranca una cornisa; o en las del humo del tabaco del vecino que rompe los códigos genéticos de las células.
Muchísimos años estuvieron los romanos sin barberos, sin necesidad de arreglarse pelos y barbas. Cuando Publio Ticino los trajo desde Sicilia, discutieron arduamente sobre si debían admitirlos o no, porque hubo quien consideró una temeridad fiar la vida a la navaja de un barbero.
Hubo un romano que jamás dejó que sus barbas fueran arregladas por un barbero; sus hijas pequeñas se la arreglaban; cuando crecieron, él mismo se las quemaba con brasas porque ya no se fiaba ni siquiera de ellas. Preguntado por qué no se fiaba de los barberos, respondió: “porque estoy seguro que le darán al barbero más porque me quite la vida, que lo que le daré yo porque me arregle la barba”.

¿ Cuantas “navajas” de los más diversos barberos pasan cada día por nuestras gargantas?. Mejor ni pensarlo.