Murió el tío Higinio, ardió una biblioteca.
Un dicho africano reza que cuando se muere un viejo es como
si se quemara una biblioteca. En las culturas ágrafas no cabe duda que ésta es
una verdad irrebatible. El tío Higinio tenía 92 años, una memoria prodigiosa y
unas habilidades narrativas dignas de admirar, pero, al igual que los
africanos, no escribió nada, pero muchas veces me contó sus vivencias y
siempre fue un modelo de cómo enfrentarse
a las vicisitudes de la vida . Recuerdo el relato de un suceso de la infancia con su hermana
Manuela. Higinio no era capaz de pronunciar el sonido “k”, y ésta, no se sabe
si para entrenarle o para burlarse de él, le dejaba encargado decir a su tía
que “va a venir el capador a capar los corderos y los cabritos, que quedan
las cuerdas y las correas colgadas en el corredor, que las coja”. El pobre
Higinio, muy cumplidor, decía: “va a venir el aapador a aapar los oorderos
y los aabritos, están las uuerdas y las oorreas puestas en el oorredor,
agarralas”. Reflexionaba que como consecuencia de este suceso y de otros
similares, desarrolló tal complejo de inferioridad que sólo el paso por el
servicio militar, en el que estuvo seis años, le ayudó a superarlo, pero antes
tuvo que librarse de la muerte varias veces allá por la guerra civil. Higinio ha muerto y
con él ha ardido la biblioteca más grande y
con mejores libros de Valdepiélago. Decansa en paz y muchas gracias por
todo lo que nos enseñaste.