Lectura y apoyos.
Cada vez que bajaba a León (y lo hacía una o dos veces al año) aprovechaba la ocasión para comprar algo con lo que deslumbrar a sus vecinos y que, a la vez, fuera de utilidad para él.
Vio una tienda de gafas, posteriormente llamadas ópticas, y entró a echar un vistazo a las diferentes mercancías que se ofertaban. Debió aguardar la vez, porque se le había adelantado una señora que quería comprar unas gafas. El tendero (óptico) ponía en el mostrador distintas gafas que ella se iba poniendo sucesivamente, luego miraba a un periódico y decía: - con éstas no leo; cinco o seis veces repitió la operación hasta que se puso unas, miró al periódico y dijo llena de alegría: -con estas leo perfectamente. Pagó y se marchó. Observado el comportamiento de la señora, nuestro vecino se dispuso a hacer lo mismo. Se ponía las gafas, miraba al periódico y decía: -con estas no leo.