Realidad y representación.
En el siglo V a.c. Zeuxis pintó un cuadro que representaba a un muchacho que llevaba un canastillo repleto de frutas, entre las que destacaban las uvas en racimos. Era tal el realismo de la pintura que los pájaros se lanzaban a picar los frutos como si estuviesen en las cepas. Las gentes alababan el prodigioso isomorfismo entre los objetos y su representación, hasta que el pintor cayó en la cuenta de que, si bien era cierto que la fruta estaba tan bien imitada que era capaz de engañar a las aves, no era menos cierto que el muchacho debía estar muy mal pintado, puesto que su imagen no imponía ningún respeto a los pájaros, que se acercaban al cesto sin ningún temor, a pesar de que lo tenía entre las manos.
Curiosamente, este pintor murió de un ataque de risa cuando una anciana le encargó que pintase a la diosa Afrodita, pero que usara como modelo a ella misma.
Curiosamente, este pintor murió de un ataque de risa cuando una anciana le encargó que pintase a la diosa Afrodita, pero que usara como modelo a ella misma.