el cazurro ilustrado

09 octubre 2010

Remedio contra el desasosiego.


Durante muchos días buscó el ganadero aquella cabra montaraz que, como rebelde sin causa, se había alejado del rebaño y no volvía  al redil ni para dormir. No hubo risco, peña, recoveco, andurrial, cueva, vereda, sebe, matorral, precipicio, reguero  o escondrijo que no recorriera para poder dar con alguna pista que le condujera al reencuentro con su preciado animal. Azuzó los perros; berreó cual macho cabrío; tocó una contra otra las latas, con las que administraba la sal, sabiendo que tal sonido funcionaba como estímulo condicionado, provocando la salivación con más intensidad que la  campana que Pavlov utilizó con el perro, para demostrar el  aprendizaje asociativo o condicionamiento clásico; la llamó por su nombre, variando el tono y la intensidad del sonido; incluso en varios idiomas pronunció su nombre, pero la cabra seguía sin aparecer. Viéndole los vecinos en tal desasosiego, le preguntaron por lo que ocurría y él les comentó que estaba desesperado porque  no encontraba la cabra. En vano trataron de  quitar importancia  a la casi segura pérdida y él, muy seguro de si mismo, concluyó: -os juro que, como no aparezca, la mato.