Carne y pan.
Todos los años, para concluir las fiestas de Valverde de Curueño, que se celebraban el ocho de septiembre, en honor a la Natividad de Nuestra Señora, el pastor que había arrendado los pastos de los puertos de Sancenas y de Valdestremero entregaba a los vecinos una borrega, que cenaban todos juntos en buen amor y compañía.
Un año, uno de los jóvenes, feliz, indocumentado, orondo y hambriento, encargado de contactar con el dueño del rebaño para recoger la oveja designada al sacrificio, se apostó con el pastor que sería capaz de comerse él solo un carnero entero; si no lo hacía, él pagaría la res y si conseguía su objetivo, correría el gasto a cargo del pastor.
El mozalbete ganó la apuesta y cuando se presentó en la cena, todos los vecinos le preguntaron cómo había podido engullir tanta carne de una sentada, dijo, sin que en sus palabras hubiera un mínimo atisbo de chulería o soberbia: -¡A fuerza de pan!