el cazurro ilustrado

29 junio 2008

La fiebre cognitiva.

Acabado ya el curso escolar (otoño, invierno y primavera) dan comienzo los cursos y encuentros de verano. Si el primero transcurrió entre frío, nieblas, brumas, nieves y aguas primaverales, los segundos prometen discurrir entre calenturientas fiebres estivales.
El cognitivismo amenaza con invadir febrilmente casi todos los contenidos de muchos cursos, a pesar de que se revela plagado de todas las aporías del dualismo del que lejos de salir, aparece cada vez más imbuido: procesamiento, almacenamiento, computación, conexionismo, representación, codificación, recuperación, comparación, ejecución.... y todos los “meta” (metamemoria, metacognición...) y casi todos los “auto”(autocontrol, autoestima...) se convierten en perversas “ ficciones explicativas” de los comportamientos humanos.
Las metáforas computacionales pretenden dar cientificidad a estos términos que inicialmente fueron sacados del lenguaje habitual de los especialistas en informática, sin tener en cuenta los problemas que plantean estas palabras en el campo de la psicología científica y en el campo de la educación.
Al reanimar la vieja ilusión de que hay un agente autónomo (homúnculo, demonio o espíritu) en la mente de los humanos, el cognitivismo favorece algunas practicas educativas y psicoterapéuticas que apelan a las supuestas fuerzas interiores de los individuos, mientras desconocen y/o ignoran las contingencias y las variables ambientales que si explican los comportamientos humanos.
Así pues, las corrientes cognitivas, llenas de mecanismos mentales, invocan procesos que tienen que ser explicados por otros procesos, los cuales, a su vez, requieren otros procesos, para, finalmente, comprobarlos con la conducta de que se partió. Parecen seguir el principio de los alquimistas (“Obscurum per obscurius, ignotum per ignotius”) pretendiendo llegar a lo oculto por lo más oculto o a lo ignorado por lo más ignorado y, a la vez, alimentar nuevas formas de espiritualismo o secularizar el alma.

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