el cazurro ilustrado

08 junio 2008

La luna de junio.

En la luna nueva de junio, próximo a entrar el cuarto creciente, habiendo cesado las lluvias que desde hace tiempo mojaban nuestra vida y nuestros campos, obligándonos a salir de casa con paraguas y en madreñas, sembramos las patatas y comenzamos la recogida de la hierba. El retraso acumulado en la realización de determinadas tareas lo recuperaremos, a poco que el tiempo lo permita, en unos días y pondremos las actividades en línea con la estación veraniega próxima a entrar.
Así, las azadas ya remueven la tierra eliminando la maleza que crece entre las diminutas plantas de garbanzos; las guadañas siegan la hierba ya en sazón; las tijeras pronto esquilaran los vellones de lana que han protegido del frio a las pacientes ovejas; los arados surcan la tierra cubriendo la simiente; las palas y las horcas eliminan los lodos acumulados en los canales de riego; los pastores eléctricos marcan los lindes a las vacas en los prados y praderas; los terneros recién nacidos maman de las ubres de sus madres leche elaborada a base de hierba verde y los rayos del sol, impactando sobre un terreno húmedo, hacen que se multiplique la vida vegetal y fortalecen la vida animal y también la humana.
De la misma manera que nos quejamos de las incesantes aguas pasadas, pronto nos quejaremos del excesivo calor o de la pertinaz sequía o de que el tiempo no acompaña, y es que pase lo que pase y haga lo que haga se demuestra que el que no llora no mama y, aún llorando, está por demostrar que todos los que lloran tengan acceso directo a los pezones.



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