el cazurro ilustrado

03 octubre 2007

Otoño y trastorno afectivo estacional.


Por mucho empeño que pongan algunos poetas en utilizar el transcurrir de las estaciones como metáfora de la vida diciendo que la primavera es la puericia, el verano la juventud, el otoño la edad madura y el invierno la vejez, no deja de ser el otoño una época de brote; así, “retoño” o “retoñar” se oponen a esa falsa imagen del otoño como época de decadencia, melancolía y tristeza.
Por más que se intente asociar el otoño a la añoranza, a la decrepitud, al declive o a la caducidad, siempre será un tiempo de abundancia, de lluvias, de tormentas y de ocupaciones agrícolas gratificantes, relacionadas con la recogida de los frutos.
Pero muchos individuos, siguiendo a los poetas melancólicos que ven la caída de las hojas, la escasez de la luz solar y la llegada del frío como símbolos del fin del periodo de la existencia, deciden sufrir en sus carnes estados depresivos y angustiantes, para que los “expertos” diagnostiquen el “trastorno afectivo estacional” (SAD) del que han identificado dos patrones estacionales : un tipo de aparición otoñal, también llamado "depresión invernal", en el que los principales episodios depresivos comienzan en el otoño y primeros meses del invierno y desaparecen durante los meses de verano, y un tipo de aparición primaveral, también llamado "depresión veraniega", en el que el episodio depresivo grave comienza hacia fines de la primavera y primeros meses del verano. Y es que el mero hecho de inventar un síndrome, hace que inmediatamente aparezcan sujetos dispuestos a padecerlo.

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