Preñez caprina.
A esta cabra le rompió el anestro la presencia de un macho y quedó preñada cinco meses antes de lo esperado. A un mes del parto no puede acompañar al rebaño; no porque exista una amenaza de aborto sino porque la conformación de su tren posterior y el tamaño que sus glándulas mamarias hacen que al caminar por entre las peñas se golpee las ubres; incluso en terreno llano debe andar muy erguida para no arrastrarlas. Mientras sus compañeras disfrutan de los últimos pastos en las altas praderas, ella se queda en el redil a la espera de que del parto nazcan al menos dos retoños que la liberen del insoportable peso de la leche, de los dolorosos roces y de los incómodos movimientos pendulares que favorecen, si no tiene cuidado, la aparición de la temible mastitis a la que está predispuesta ya que sobrepasa con mucho las cinco lactancias recomendadas. Y es que en la montaña, los cabreros ni hacen caso, ni falta que hace, a las interesadas recomendaciones de los expertos en “rentabilidad” ganadera.
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