Parto natural en casa.
Antes de que determinadas corrientes ginecológicas reivindicaran el parto natural y de que el Ministerio de Sanidad decidiera potenciarlo alegando muchísimas ventajas del parto en casa: el parto en casa es una manera de parir tanto o más segura que en el hospital debido al bajo riesgo que corre la mujer ; en casa, la mujer cuenta con la intimidad y la comodidad del entorno familiar, rodeada de sus seres más queridos, en la posición que ella elija y con la ropa que considere más cómoda; durante la fase preparto y el parto, la mujer es consciente de lo que realmente significa su papel en el nacimiento; sus necesidades son lo más importante, nada se hace sin su consentimiento; todo el proceso del nacimiento fluye con total normalidad, sin que los asistentes intervengan si no es absolutamente necesario; el riesgo de infecciones tanto para la madre como del bebé es menor; la mujer puede hacer lo que desee: caminar, comer, beber, etc. y no necesita preocuparse de cuando ir al hospital, ya que no tiene que moverse de la casa; la mujer soporta con gran entereza todo el proceso, dejándose llevar por su intuición y experiencia personal como un humano que está pasando por una poderosa experiencia de cambio en su vida; se desarrolla un gran vínculo afectivo tanto entre el bebé y su madre; además, la lactancia se hace más fácil así como el contacto entre la madre y el bebé. Mucho antes de ser descubiertas todas estas ventajas, ya en la montaña se paría en casa, aunque la razón por la que se llevaba a cabo este tipo de partos, era sencillamente, la imposibilidad de acudir al hospital, por falta de posibilidades económicas y de medios rápidos de locomoción hasta el hospital. Los resultados, sin embargo, eran exactamente iguales a los preconizados actualmente por la ginecología defensora del parto natural y por el Ministerio de sanidad. Y es que las mujeres montañesas sabían, como Nitzsche, que cuando existe un poderoso “por qué” no importa cualquier “cómo”.
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