Día mundial de la salud.
Ahora resulta que el día mundial de la salud no es el día del sorteo de la lotería de navidad, cuando a falta de fortuna con los bombos, recodamos que, al menos, tenemos salud. Es hoy el día de la salud, según la OMS. Para celebrarlo, ha hecho público un documento temático titulado “Invertir en salud para forjar un porvenir más seguro”. En él se ve claramente que la salud no depende tanto de los organismos, sino del entorno. Así, destaca que las nuevas enfermedades se deben en parte a los grandes cambios que el hombre está introduciendo en su manera de habitar el planeta; que las emergencias humanitarias son el resultado de crisis tales como desastres naturales, escaseces de alimentos y de agua, los conflictos armados, la malnutrición, los desplazamientos de población y las enfermedades mentales; que la amenaza de derrames, fugas y vertidos químicos, de fusión del núcleo de centrales atómicas y de uso de armas químicas evocan imágenes de ataques por sorpresa o accidentes; que la intensificación de las olas de calor causa sequías persistentes que ponen en peligro los cultivos comerciales y alimentarios, los rebaños y los modos de vida nómadas y que pueden dar lugar a escaladas de violencia. Que las inundaciones pueden provocar la contaminación de los sistemas de abastecimiento de agua, obligar a la gente a abandonar sus hogares y tierras, y originar nuevos criaderos de vectores transmisores de enfermedades. Y que las temperaturas más cálidas alteran los hábitos migratorios de las aves salvajes, y eso puede hacer más impredecible la propagación de los virus de que son portadoras, como el H5N1.
Pero esto no es nuevo, porque se sabe desde hace tiempo que el retroceso de enfermedades como la tuberculosis, escarlatina, difteria, tosferina y sarampión fue posible gracias a la mejora de la vivienda y a una disminución de la virulencia de los microorganismos, pero con mucha diferencia, el factor más importante fue una mayor resistencia del huésped al mejorar la nutrición. En los países pobres, la diarrea y las infecciones de las vías respiratorias superiores se registran con más frecuencia, duran más tiempo y provocan más alta mortalidad cuando la nutrición es mala, independientemente de que se disponga de mucha o poca asistencia médica.
Tal y como destaca Ivan Illich, La historia de las enfermedades, la antropología médica y la historia social de las actitudes hacia la enfermedad han mostrado que la alimentación, el agua y el aire, en correlación con el nivel de igualdad sociopolítica y con los mecanismos culturales que hacen posible mantener la estabilidad de la población, juegan el papel decisivo en determinar lo saludables que se sienten las personas mayores y a qué edad tienden a morir los adultos.
Decía el filósofo Esquines que “la salud del cuerpo ni se puede poner en precio ni menos comprar por dineros”, pero ser pobre es una variable de riesgo para la salud, al margen de todos los adelantos de la medicina.
Pero esto no es nuevo, porque se sabe desde hace tiempo que el retroceso de enfermedades como la tuberculosis, escarlatina, difteria, tosferina y sarampión fue posible gracias a la mejora de la vivienda y a una disminución de la virulencia de los microorganismos, pero con mucha diferencia, el factor más importante fue una mayor resistencia del huésped al mejorar la nutrición. En los países pobres, la diarrea y las infecciones de las vías respiratorias superiores se registran con más frecuencia, duran más tiempo y provocan más alta mortalidad cuando la nutrición es mala, independientemente de que se disponga de mucha o poca asistencia médica.
Tal y como destaca Ivan Illich, La historia de las enfermedades, la antropología médica y la historia social de las actitudes hacia la enfermedad han mostrado que la alimentación, el agua y el aire, en correlación con el nivel de igualdad sociopolítica y con los mecanismos culturales que hacen posible mantener la estabilidad de la población, juegan el papel decisivo en determinar lo saludables que se sienten las personas mayores y a qué edad tienden a morir los adultos.
Decía el filósofo Esquines que “la salud del cuerpo ni se puede poner en precio ni menos comprar por dineros”, pero ser pobre es una variable de riesgo para la salud, al margen de todos los adelantos de la medicina.