¿Qué es Enfermedad Mental?.
Según la ministra de sanidad, el nueve por ciento de los españoles padece algún trastorno de salud mental y alrededor del quince por ciento puede padecerlo a lo largo de su vida. Para resolver este problema de “salud”, va a intentar mejorar la prevención, el diagnóstico precoz, el tratamiento, la rehabilitación y reinserción social de estos pacientes e intentará impulsar la investigación desde el Centro de Investigación Biomédica, inaugurado recientemente.
Espero que no olvide la ministra que la “enfermedad mental” es inseparable del contexto social, incluyendo en él las prácticas clínicas. En este sentido, como dice Roy Porter, la psiquiatría tradicional tiene su punto ciego, al tratar de ver la enfermedad o el demonio dentro del paciente, sustrayéndose del papel social que representa y arrogándose un supuesto saber objetivo, por el que convierte en objeto al sujeto que habla. La psiquiatría ha adquirido la costumbre de no escuchar a los “enfermos mentales”. En su lugar, escucha al fármaco. Si se escuchara a los pacientes, se vería que su “enfermedad” tiene sentido o cumple una función. Ya dijo Sasz que cuando hablamos de enfermedad mental estamos hablando en sentido figurado, como cuando decimos que la economía del país está enferma. Los diagnósticos psiquiátricos son etiquetas estigmatizadoras aplicadas a personas cuyas conductas molestan u ofenden a la sociedad. Si no hay enfermedad mental, tampoco puede haber hospitalización o tratamiento para ella. Es obvio que las personas pueden cambiar de comportamiento y si el cambio va en la dirección admitida por la sociedad, entonces se habla de cura o recuperación.
Se debería considerar a la “enfermedad mental” no necesariamente como una reacción patológica sino como una respuesta adaptativa ante las presiones del medio cuando otras estrategias de afrontamiento no se encuentran disponibles, poniendo el énfasis en los efectos negativos del desempleo, de los procesos migratorios, de la pobreza, de la educación, del status socio-económico o de las relaciones familiares.
Michel Foucault en “ Historia de la locura” llega a tres conclusiones:
1- La locura sólo se da en sociedad, de modo que no es algo que brota del cerebro ni, por tanto, suceptible a la mirada clínica, por mucha neuroimagen que haya.
2- La locura toma distintas figuras en función del trato social (los insensatos ante la razón del siglo XVIII, lo alienados ante la autoridad moral del médico en el siglo XIX, y los esquizofrénicos ante la mirada neurobiológica del siglo XX), de modo que no se ve dónde pueda estar el progreso psiquiátrico.
3- La locura siempre se sale con la suya, de manera que a la postre la clínica tiene que justificarse ante ella por no entenderla.
Espero que no olvide la ministra que la “enfermedad mental” es inseparable del contexto social, incluyendo en él las prácticas clínicas. En este sentido, como dice Roy Porter, la psiquiatría tradicional tiene su punto ciego, al tratar de ver la enfermedad o el demonio dentro del paciente, sustrayéndose del papel social que representa y arrogándose un supuesto saber objetivo, por el que convierte en objeto al sujeto que habla. La psiquiatría ha adquirido la costumbre de no escuchar a los “enfermos mentales”. En su lugar, escucha al fármaco. Si se escuchara a los pacientes, se vería que su “enfermedad” tiene sentido o cumple una función. Ya dijo Sasz que cuando hablamos de enfermedad mental estamos hablando en sentido figurado, como cuando decimos que la economía del país está enferma. Los diagnósticos psiquiátricos son etiquetas estigmatizadoras aplicadas a personas cuyas conductas molestan u ofenden a la sociedad. Si no hay enfermedad mental, tampoco puede haber hospitalización o tratamiento para ella. Es obvio que las personas pueden cambiar de comportamiento y si el cambio va en la dirección admitida por la sociedad, entonces se habla de cura o recuperación.
Se debería considerar a la “enfermedad mental” no necesariamente como una reacción patológica sino como una respuesta adaptativa ante las presiones del medio cuando otras estrategias de afrontamiento no se encuentran disponibles, poniendo el énfasis en los efectos negativos del desempleo, de los procesos migratorios, de la pobreza, de la educación, del status socio-económico o de las relaciones familiares.
Michel Foucault en “ Historia de la locura” llega a tres conclusiones:
1- La locura sólo se da en sociedad, de modo que no es algo que brota del cerebro ni, por tanto, suceptible a la mirada clínica, por mucha neuroimagen que haya.
2- La locura toma distintas figuras en función del trato social (los insensatos ante la razón del siglo XVIII, lo alienados ante la autoridad moral del médico en el siglo XIX, y los esquizofrénicos ante la mirada neurobiológica del siglo XX), de modo que no se ve dónde pueda estar el progreso psiquiátrico.
3- La locura siempre se sale con la suya, de manera que a la postre la clínica tiene que justificarse ante ella por no entenderla.