Cortarse el pelo (y la barba).
Acuden las gentes a las peluquerías con el fin de que les acicalen las cabelleras. Lo hacen unos para modificar su imagen, otros porque lo tienen largo y se gustan más arregladitos, otros porque lo tienen deteriorado, otros para probar un corte atrevido o a la moda, pero el origen de trasquilarse, si hacemos caso a los clásicos, está en los Abantes, aunque también los árabes y los de Misia se rasuraban y la razón por la que lo hacían no era estética sino que en las feroces batallas que mantenían con los enemigos, en ocasiones llegaban a las manos y al raparse evitaban dar al enemigo un asidero gratuito.
Siguiendo este ejemplo Alejandro magno ordenó que todos sus soldados se afeitaran las barbas, porque si las tenían largas el enemigo podía agarrarse a ellas.
Una vez más, con fundamentos diferentes, tenemos los mismos resultados: el pelo cortado y la barba afeitada, unos por estética y otros para probabilizar la victoria.
Siguiendo este ejemplo Alejandro magno ordenó que todos sus soldados se afeitaran las barbas, porque si las tenían largas el enemigo podía agarrarse a ellas.
Una vez más, con fundamentos diferentes, tenemos los mismos resultados: el pelo cortado y la barba afeitada, unos por estética y otros para probabilizar la victoria.