Normativa y conformidad.
Oí contar que en cierta ocasión venía un señorito de Madrid a pasar una temporada en la montaña para reponerse del estrés que le causaba su estancia en la corte. Después de cada jornada de camino se alojaba en una posada. Una de ellas estaba regentada por una viuda que tenía una hija casadera. Después de cenar iniciaron una conversación intrascendente. Cansada del aburrido diálogo, preguntó la posadera:
-¿Que hay de nuevo en la corte?
El señorito, con ganas de burla respondió:
-Lo más novedoso es que ha ordenado el rey que por la falta de gente para la guerra, las mujeres viejas deberán casarse con hombres jóvenes y las mueres jóvenes con hombres ancianos.
Nada más oír esas palabras la joven, se lamentó protestando:
-Parece que el rey ni hace lo que debe, ni sus órdenes tienen sentido.
La anciana replicó:
-Calla muchacha y no digas eso, que lo que ordena el rey está bien mandado y parecerá bien a todo el mundo. Que dios le guarde muchos años.
Parece demostrarse que cualquier normativa legal tendrá defensores y detractores, en función del posible beneficio o perjuicio que anticipen los afectados, al margen de su ecuanimidad, justicia o consenso.
-¿Que hay de nuevo en la corte?
El señorito, con ganas de burla respondió:
-Lo más novedoso es que ha ordenado el rey que por la falta de gente para la guerra, las mujeres viejas deberán casarse con hombres jóvenes y las mueres jóvenes con hombres ancianos.
Nada más oír esas palabras la joven, se lamentó protestando:
-Parece que el rey ni hace lo que debe, ni sus órdenes tienen sentido.
La anciana replicó:
-Calla muchacha y no digas eso, que lo que ordena el rey está bien mandado y parecerá bien a todo el mundo. Que dios le guarde muchos años.
Parece demostrarse que cualquier normativa legal tendrá defensores y detractores, en función del posible beneficio o perjuicio que anticipen los afectados, al margen de su ecuanimidad, justicia o consenso.