Discrección y agradecimiento.
Filipo (382 adc – 336 adc) fue rey de Macedonia desde 355 adc hasta su muerte. Se dedicó a unificar todas las ciudades estado de la antigua Grecia para allanar el terreno de la conquista y de la gloria a su hijo Alejandro Magno.
En cierta ocasión estaba Filipo en un lugar alto para mejor presenciar el numeroso grupo de cautivos que le pertenecían como despojos de una victoria conseguida. No se había preocupado de colocar bien su vestimenta y como en aquella época no se estilaban los calzones, los prisioneros miraban hacia arriba y murmuraban de la horrible postura del rey que enseñaba sus “ pudendas partes” sin notarlo ni saberlo.
Uno de los capturados vio la ocasión para que le liberara y pidió en voz alta al rey que le liberase ya que había sido su amigo desde niño.
El rey le miró, pero su cara no le sonaba de nada, por lo que preguntó:
-¿Dónde fuimos amigos?
El prisionero respondió:
-Te lo diré, pero ha de ser en secreto.
Le hizo subir a donde él se hallaba y cuando el rehén estuvo cerca dijo:
-He dado este rodeo y te he mentido, rey Filipo, para advertirte de que tienes al descubierto tus partes íntimas y que desde allá abajo se te ven muy feamente, así que cúbrete.
El rey agradeció el aviso, alabó entre sí la discreción de aquel hombre, y dijo en alta voz:
-Ya recuerdo nuestra amistad; a partir de ahora eres libre. Hoy día, en una situación similar , el cautivo sacaría unas fotos y vendería la exclusiva a una revista de gran tirada. La mercancía sigue siendo la misma, pero el precio ha cambiado, antes era la libertad, ahora un motón de monedas.
En cierta ocasión estaba Filipo en un lugar alto para mejor presenciar el numeroso grupo de cautivos que le pertenecían como despojos de una victoria conseguida. No se había preocupado de colocar bien su vestimenta y como en aquella época no se estilaban los calzones, los prisioneros miraban hacia arriba y murmuraban de la horrible postura del rey que enseñaba sus “ pudendas partes” sin notarlo ni saberlo.
Uno de los capturados vio la ocasión para que le liberara y pidió en voz alta al rey que le liberase ya que había sido su amigo desde niño.
El rey le miró, pero su cara no le sonaba de nada, por lo que preguntó:
-¿Dónde fuimos amigos?
El prisionero respondió:
-Te lo diré, pero ha de ser en secreto.
Le hizo subir a donde él se hallaba y cuando el rehén estuvo cerca dijo:
-He dado este rodeo y te he mentido, rey Filipo, para advertirte de que tienes al descubierto tus partes íntimas y que desde allá abajo se te ven muy feamente, así que cúbrete.
El rey agradeció el aviso, alabó entre sí la discreción de aquel hombre, y dijo en alta voz:
-Ya recuerdo nuestra amistad; a partir de ahora eres libre. Hoy día, en una situación similar , el cautivo sacaría unas fotos y vendería la exclusiva a una revista de gran tirada. La mercancía sigue siendo la misma, pero el precio ha cambiado, antes era la libertad, ahora un motón de monedas.