Batallas y mujeres.
Cuenta Plutarco que los Sardos habían puesto en un gran aprieto a los de Esmirna, pues cercaron su ciudad y amenazaban con asediarla. Decidieron los sardos enviar a unos embajadores para decirles que se librarían del cerco si les entregaban durante un tiempo a sus mujeres para satisfacer los deseos sexuales que desde hacía tiempo necesitaban saciar.
Deliberaban los de Esmirna si cederían o no ante tan infame demanda, cuando una criada hermosa y honesta les propuso una solución:
-Vestid con los trajes de las señoras a vuestras criadas y enviádselas a los enemigos.
No les pareció mala la propuesta y así lo hicieron.
Recibidas las supuestas damas por los Sardos, todo el día se entregaron al placer con ellas; al anochecer vieron los Esmírneos que estaban ya los sardos descuidados y sin fuerzas para pelear, entonces salieron con gran ánimo y mataron a unos, cautivaron a otros y quedaron los sardos deshechos y destruidos, más gracias a los encantos de las mujeres que no a las armas de los hombres.