Carne de burro.
Decían que el "burro grande, ande o no ande". Muchas veces nos caemos del burro o no vemos a tres encima de él o ponemos a alguien a caer de un burro o trabajamos como ellos o sabemos que su carne no es transparente y ahora, gracias a la “festa de ruc” celebrada en Sort, en la que se come su carne, sabemos que “es parecida a la del caballo, aunque un poco más dulce” según explicó Jaume Mora , uno de los organizadores del festín que tiene como plato estrella la vianda y longaniza de asno.Los ecologistas están que trinan porque “hay trescientos burros catalanes protegidos, un símbolo de Cataluña, un símbolo identitario de un animal que durante siglos ha sido el compañero de trabajo del hombre en los trabajos del campo y el transporte”. Alegan que es lamentable y esperpéntico que con estas prácticas lleven a la especie al borde de la extinción".Si hubo un tiempo (haciendo caso a Larra) en el que en este país no se leía porque no se escribía y viceversa, bien podemos decir análogamente que no se come carne de burro porque no los hay y que no los hay porque no se come su carne. Promociónese su carne con campañas efectivas, alábese su sabor y sus propiedades culinarias y proliferarán los asnos de todas las razas como las setas en primaveras lluviosas. Lo mismo ocurrirá con las burras y su leche. Parece que los ecologistas, cuando el consumo apunta a la crianza y conservación del burro, se limitan a criticar al plato con carne de burro. Y es que "Somos lo que comemos" como dicen en la tele, defendiendo impunemente la vuelta a la magia simpática.