el cazurro ilustrado

09 febrero 2007

Hormonas, cebollas y respuestas sexuales.


Nos hemos pasado más de media evolución rompiendo los patrones estables de conducta que heredamos de nuestros ancestros. Hemos luchado ferozmente contra los instintos hasta conseguir que la cópula no dependa del estro, que el orgasmo femenino probabilice la interacción sexual fuera de los periodos fértiles, que en cualquier momento y lugar, si se dan las estimulaciones adecuadas, tenga lugar el apareamiento y ahora resulta que son o las feromonas (olores emitidos por nuestros genitales, que hacen más atractivas a nuestros ojos a la persona del otro sexo y favorecen el encuentro) o, según un estudio publicado esta semana en Journal of Neuroscience, la androstenediona, que es un derivado de la testosterona presente en el sudor masculino, en la saliva y en el semen, la que dispara el humor, la excitación sexual y psicológica y la activación cerebral de las mujeres.
Sospecho que con las feromonas y con la androtenediona sucede lo mismo que con las cebollas, que contienen una molécula llamada trans-(+)-S-(1-propenil)-L-cisteina sulfóxido. Cuando cortamos la cebolla, se producen roturas celulares que permiten a la enzima alinasa entrar en contacto con el trans-(+)-S-(1-propenil)-L-cisteina sulfóxido. Se obtiene así el piruvato, amoníaco y syn-propanotial-S-óxido. Esta última molécula es la responsable de la irritación ocular y del lagrimeo. Pero por mucho que lloremos ante la presencia de las cebollas cortadas, difícilmente sentiremos pena u otro sentimiento cuya manifestación más visible sea llorar. Ya pueden hombres y mujeres segregar feromonas o androstenediona en cantidades industriales, que como no se adecue el o la segregadora a los gustos aprendidos del aspirante, éste seguirá buscando una pareja que le alegre la vista, le dore el oído, le estimule el tacto y le haga segregar saliva, como el sonido de la campana al perro de Pavlov.