el cazurro ilustrado

08 febrero 2007

Códigos y consejos para chocarreros.


Se avecinan días en los que los medios de comunicación rebasarán sin ninguna vergüenza los límites que su propio código deontológico pone a su trabajo.
La Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) dice: “Sin perjuicio de proteger el derecho de los ciudadanos a estar informados, el periodista respetará el derecho de las personas a su propia intimidad e imagen, teniendo presente que:
a. Sólo la defensa del interés público justifica las intromisiones o indagaciones sobre la vida privada de una persona sin su previo consentimiento.
b. En el tratamiento informativo de los asuntos en que medien elementos de dolor o aflicción en las personas afectadas, el periodista evitará la intromisión gratuita y las especulaciones innecesarias sobre sus sentimientos y circunstancias.
c. Las restricciones sobre intromisiones en la intimidad deberán observarse con especial cuidado cuando se trate de personas ingresadas en Centros hospitalarios o en instituciones similares.
d. Se prestará especial atención al tratamiento de asuntos que afecten a la infancia y a la juventud y se respetará el derecho a la intimidad de los menores”.
Se sabe desde hace mucho tiempo que la lengua tiene la hechura de un cuchillo pero hiere mucho más, porque la herida del cuchillo acaba cerrándose y la mancha de la infamia nunca se cierra. Los antiguos Lidos tenían una ley que ordenaba que el hombre charlatán y difamador debía ir tres años a remar a las galeras o guardar silencio durante un año. Asegura Plutarco que muchos de ellos elegían remar tres años antes que callar uno. Cuenta también que en cierta ocasión vió un ateniense a un egipcio que llevaba algo cubierto con la capa y le prenguntó que qué era lo que allí había, a lo que respondió: “Poco has estudiado para ser de Atenas, ¿ tú no ves que por eso llevo lo que llevo escondido, para que ni tú ni nadie sepáis lo que llevo?
Séneca dice que llegando la noche descansan los pájaros en sus nidos, y se meten los animales en sus cuevas, y se retraen los hombres cuerdos a sus casas, sólo el hombre de mala lengua es el que nunca para ni descansa: el cual muchas veces se duerme difamando, y se desayuna murmurando.
A pesar de todos los códigos, de los libros de estilo y de los sabios consejos siempre hubo y siempre habrá parlanchines , habladores, cotorras, embusteros, engañadores, farsantes e impostores dispuestos a sacar la lengua para obtener pingües beneficios a costa de aumentar el dolor ajeno y prestos a hacer leña de los árboles caídos.