el cazurro ilustrado

18 diciembre 2006

A grandes males, cualquier remedio.


En las épocas de grandes epidemias de peste o en las hambrunas que asolaron Europa, tuvieron que determinar el recuento, no de los millones de muertos, sino de los pocos que quedaban vivos. En similar situación nos encontramos ahora y más conviene el escrutinio de los que están sanos que no el de los que padecen alguna patología.
A tanto llega el empeño por encontrar pacientes, indispuestos y afectados que lo que hace tiempo era un proceso normal se ha convertido en algo enfermizo que, además, tiene un ilusorio tratamiento. La menopausia, la vejez, la adolescencia, la calvicie, el sobrepeso, el embarazo, el parto y un sin fin de procesos normales se truecan en problemas de salud por obra y gracia de las industrias farmacéuticas, ayudadas en muchos casos por “científicos” que convierten, sin ningún rubor, la correlación y/o la contingencia en causalidad.
Si antes los pobres buscaban enriquecerse y los tristes alegrarse, ahora son enfermos que quieren sanar. Algún laboratorio o algún sorteo, lo logrará. Depresivos y depresivas resolverán su problema con el sorteo de navidad o de la primitiva. Los niveles de serotonina de los hinchas del Barsa están bajos como consecuencia de la pérdida del mundialito, pero bastarán dos victorias ligueras para que la euforia serotoninérgica alcance los niveles adecuados. A grandes males, cualesquiera de los remedios, vengan de donde vengan y funcionen por lo que funcionen.