el cazurro ilustrado

05 diciembre 2006

El placer de la melancolía.


Mientras los pueblos anglosajones desarrollaban, a través de razones instrumentales, el consumismo plagado de melancolía como un efecto secundario o colateral; los pueblos latinos y fundamentalmente el español, con la picaresca como forma de vida, maduró, a partir de razones comunicativas, unos escudos de alta eficacia contra el “spleen” nórdico. Si el tedio vital y la melancolía hacían estragos en la población protestante y asomaban también a los pueblos latinos como respuesta a las contradicciones de la vida, éstos últimos encontraron el antídoto en el ambiente y cuando las situaciones se acercaban a la desesperación o al absoluto pesimismo, bastaba un sol radiante o la vista de un buen mozo o una preciosa joven o un salto de la rana del cordobés o un remete de cabeza de Distefano para alisar el ceño fruncido del más irritado o apenado.
Ahora vamos olvidando estas estrategias e imitamos los prestigiosos modelos del norte. Trabajamos más, ganamos más, consumimos como ellos, nos deprimimos más, tenemos más “spleen”, más globalización y más soluciones medicamentosas. Pero otra vez el pensamiento de un latino, en este caso francés, pone un poco de orden en el caos nostálgico y pesadumbroso: “la melancolia es el placer de estar triste” (Victor Hugo).