6 de Diciembre constitucional.
Faltaban 24 años para que yo naciera y andaban los españoles a tiros, allá por el 1936. Tres años más tarde acabó el zafarrancho y por la gracia de dios, según rezaba en las monedas, Francisco Franco Bahamonte se alzó con la victoria que nos tuvo derrotados a todos hasta 1975, cuando yo ya tenía 15 años. Durante esos años viví(mos) en una reserva espiritual organizada de tal manera que nadie sabía si el Espíritu Santo habitaba en el gobierno civil o en el gobierno militar o en ambos a la vez. Muerto el caudillo y con él los más rancios contravalores democráticos nos organizamos los españoles en torno a la Constitución de 1978 que vino a desordenar el férreo e injusto orden en el que estuvo España durante casi cuarenta años. En estos veintiocho años constitucionales ha habido de todo, desde un intento de golpe de Estado hasta una Constitución europea. El españolito y la españolita media, sin haberlo leído, han aprendido en estos años cuanta razón tenía Aristóteles cuando decía: “Es evidente que la asociación política es sobre todo la mejor cuando la forman ciudadanos de regular fortuna. Los Estados bien administrados son aquellos en que la clase media es más numerosa y más poderosa que las otras dos reunidas, o por lo menos que cada una de ellas separadamente. Inclinándose de uno o de otro lado, restablece el equilibrio e impide que se forme ninguna preponderancia excesiva. Es, por tanto, una gran ventaja que los ciudadanos tengan una fortuna modesta, pero suficiente para atender a todas sus necesidades. Dondequiera que se encuentren grandes fortunas al lado de la extrema indigencia, estos dos excesos dan lugar a la demagogia absoluta, a la oligarquía pura, o a la tiranía; pues la tiranía nace del seno de una demagogia desenfrenada, o de una oligarquía extrema con más frecuencia que del seno de las clases medias y de las clases inmediatas a éstas”.
Conmemoramos hoy el día de la Constitución, nacida para acabar con la tiranía, la demagogia y la oligarquía, pero debemos estar vigilantes porque la perra que pare tiranos, demagogos y oligarcas está otra vez en celo, esperando a cubrirse para alumbrar nuevas injusticias.