¿Biodiversidad?.
Ayer se conmemoró el día internacional de las montañas; se hace desde el 2002 a propuesta de las Naciones Unidas. Este año su lema es: “Gestión de la biodiversidad de las montañas para una vida mejor" con el que intenta promover acciones a favor de la gestión sostenible de la biodiversidad de las montañas en beneficio de todos. Hoy se memoran los veinte años del desalojo, derribo e inundación de los pueblos del valle de Riaño, entre las montañas leonesas. Así que en León muchas montañas son océanos de biodiversidad. Desde el llano se ve a la montaña como suministradora de agua dulce,
alimentos, madera, medicamentos, salud y ocio. En ella habitan culturas muy diversas y sistemas de uso de las tierras distintos con gran variedad de cultivos y ganado adaptado localmente, pero este patrimonio biológico y cultural, está en peligro de extinción. Se plantea su salvación con la creación de zonas protegidas, conservación de paisajes y con el fomento del turismo. Estas buenas intenciones difícilmente se llevarán a cabo porque no hay tanta diversidad en las montañas como especuladores sin escrúpulos alrededor de su promoción y “desarrollo sostenible”. Si las vacas, ovejas y cabras, paciendo finas hierbas, dan delicada leche; la aspereza del clima, las heladas y el frío curten las carnes de los montañeses e impiden la defensa de sus atractivos encantos.
Los beneficiosos resultados de vivir en la montaña se conocen desde hace mucho tiempo. Urcisino, mi abuelo materno, era de la ribera de Curueño y su salud bronquial andaba vacilante cuando sólo tenía veinticuatro años. Acudió a un médico que le recetó como remedio definitivo ir a la montaña buscarse una moza, casarse con ella y quedarse a vivir en las montañas sino quería morir joven. Sin pensarlo demasiado se presentó en Valverde de Curueño, donde mi abuela Teodomira estaba disponible y apunto de quedarse “para vestir santos” pues llevaba casi cuarenta años soltera. Acordaron la boda y tuvieron como descendencia a mi madre. Sin duda hubo quien pensó que mi abuelo cometía una locura por casarse con una mujer dieciséis años mayor que él, suponiendo que le esperaba un largo tiempo de viudedad, pero, paradojas de la vida, mi abuela le sobrevivió catorce años y murió cuando tenía al pie de cien años. Mi madre, no se si para compensar, le dio diez nietos a los que cuidó bien sanos como consuelo de la viudez.
Nadie del llano o del páramo puede hoy ir a buscar salud y/o moza a las zonas montañosas de Luna, Vegamián o Riaño porque yacen bajo las aguas de sus respectivos pantanos, quizás para promover la biohomogeneidad o para evitar los remedios caseros contra las enfermedades bronquiales.