el cazurro ilustrado

23 noviembre 2006

Vegetar-ianismo como forma de vida.


Imaginemos un mundo lleno de vegetarianos, en el que después de un largo proceso adaptativo y evolutivo el aparato digestivo de los humanos adquiriría rasgos parecidos al de los rumiantes. El control de los animales, llevado hasta ahora para abastecer de alimento a los mercados, cambia a un control por el reparto de los nutrientes vegetales: ya no interesan las vacas, las cabras u las ovejas de las que nos nutríamos, sino que importa que haya un número limitado, pues compiten con los humanos por la remolacha, los verdes brotes de los árboles o las lechugas. En algunos casos habría que recurrir a su eliminación controlada porque de otra manera estaría en peligro nuestra propia supervivencia. Las gallinas, perdices y palomas arrasarían los campos de trigo; las vacas asolarían las tierras de alfalfa y los cabritos zamparían las incipientes coles de Bruselas; los cerdos ararían literalmente los sembrados de patatas. Los humanos veríamos impasibles cómo los animales carnívoros devoran sin piedad a los herbívoros sin poder hacer nada por ellos ya que nuestra ética impide cualquier tipo de violencia. Las industrias cárnicas habrán sido suplidas por las florecientes trasformaciones de los vegetales. El reino vegetal ganaría protagonismo frente al reino animal. Poco a poco pasaríamos de ser animales a vegetar. Eso sí, en vez de utilizar la siesta para dormir, la usaríamos para rumiar, no sólo las hierbas ingeridas sino también las estupideces cometidas.