Truchas con cuatro "efes".
No se cuanto tiempo ha transcurrido desde que esta pequeña trucha nació en cualquier frezadero; probablemente viera la luz por primera vez el invierno pasado, pero las últimas crecidas desviaron el cauce del río y la llevaron lejos del lecho donde se había acostumbrado a vivir nadando. Paseaba pensando en hallar charcos con gusarapas y la encontré en uno cuyo nivel de agua iba disminuyendo a medida que avanzaban los días sin lluvia. Decidí salvarla de una muerte segura. Busqué un envase entre los miles que la corriente arrastró y depositó en la orilla, muchos kilómetros más abajo de donde los dejó cualquier dominguero, supuestamente ecologista y amante del paisaje. La rescaté a pesar de su insistencia en quedarse en aquella cárcel y la solté en las aguas más profundas del río Curueño.
Sólo después de haberla liberado comprendí por qué no quería que la salvara. Sabía que es mejor una muerte natural en su ambiente que no acabar siendo apetitosa cena en la mesa de un restaurante.
Por delante le quedan unos meses de buena vida, hasta que las autoridades, allá por marzo o abril, decidan abrir la veda y entonces confunda el vil anzuelo con la gusarapa que la hacía compañía. Su triste destino está escrito con cuatro efes: fresca, fría, frita y fragosa.