Morir un viejo y arder una biblioteca.
Un dicho africano reza que cuando se muere un viejo es como si se quemara una biblioteca. En las culturas ágrafas no cabe duda que ésta es una verdad irrebatible. El tío Higinio tiene ya 86 años, una memoria prodigiosa y unas habilidades narrativas dignas de admirar, pero, al igual que los africanos, no escribe nada. El otro día recordaba un suceso de la infancia con su hermana Manuela. Higinio no era capaz de pronunciar el sonido “k”, y ésta, no se sabe si para entrenarle o para burlarse de él, le dejaba encargado decir a su tía que “va a venir el capador a capar los corderos y los cabritos, que quedan las cuerdas y las correas colgadas en el corredor, que las coja”. El pobre Higinio, muy cumplidor, decía: “va a venir el aapador a aapar los oorderos y los aabritos, están las uuerdas y las oorreas puestas en el oorredor, agarralas”. Reflexionaba que como consecuencia de este suceso y de otros similares, desarrolló tal complejo de inferioridad que sólo el paso por el servicio militar, en el que estuvo seis años, le ayudó a superarlo, pero antes tuvo que librarse de la muerte varias veces y fusilar, en contra de su voluntad, a veintidós seguidores del “campesino” en la batalla de Castellón, allá por la guerra civil.