el cazurro ilustrado

06 octubre 2006

Micofilia y Micofobia.



Puestos a dicotomizar el mundo, podemos dividirlo también entre los que comen setas y los que no las comen. Podría alegarse que los que no las ingieren o no muestran especial predilección por ellas, es porque viven en un entorno donde no proliferan; pero en la montaña, tanto en primavera como en otoño, surgen todo tipo de hongos y sólo recogen aquellos que pueden vender, principalmente al País Vasco y Cataluña, donde sienten una especial veneración por este producto.
Me parece que el desinterés, e incluso el miedo, por las setas tiene que ver con la posibilidad de envenenamiento. Posiblemente el montañés anduvo probando setas desde la prehistoria, aprendió que la mayoría de las que crecen por aquí o no hacen el aporte nutritivo suficiente o tienen efectos nocivos, cuando no letales, y decidió no incorporarlas a su dieta. Probablemente sus hipótesis se confirmaron al observar que ninguno de los animales, con los que compartía los recursos, las consumía. Las vacas de los Pirineos que consumen “amanita muscaria”, hongo alucinógeno relacionado por los expertos con las experiencias religiosas, se quedan embobadas mirando a un árbol o a una roca, se separan del resto y dan mucho trabajo a los pastores. Las vacas de la montaña no comen setas, quizás imitando a sus dueños, aunque podría ocurrir al contrario, que el montañés no coma setas imitando el prudente comportamiento de sus vacas.