el cazurro ilustrado

03 octubre 2006

Asesinatos en masa.


Un camionero de 32 años, con tres hijos, llegó en coche a la puerta de una escuela, cogió a cinco niñas y después de atarlas les disparó en la cabeza, luego se suicidó. Según la CNN, el incidente podría ser una venganza por un suceso ocurrido hace dos décadas.
En Kabul (o en Irak o en Israel...) un suicida hizo estallar una bomba, ocasionando la muerte de X personas y dejando heridas a otras XX.
Las motivaciones de ambos, sin duda, son muy diferentes pero el resultado es el mismo: la muerte de inocentes y el suicidio del culpable. Probablemente ninguno de los dos esté loco, pero su lógica no cuadra con la lógica imperante. Los hombres-bomba piensan que sus enemigos deben morir y sacrifican su vida como mártires, con el fin de conseguir una gloriosa recompensa en el cielo de Alá. Los asesinos en masa, generalmente de EEUU, no tienen un perfil definido; según el Servicio Secreto de Estados Unidos, el 71 % de los asesinatos cometidos en los institutos de bachillerato entre 1974 y 2000 fueron protagonizados por jóvenes que habían sufrido bullying en los seis meses previos. Un estudio de los Servicios Municipales de Salud Mental, de Nueva York concluyó, entre otras cosas, que el maltrato continuado de escolares por sus colegas constituía un factor determinante de muertes violentas entre los adolescentes neoyorquinos.
Otras muchas variables pueden estar en el origen de estos aberrantes comportamientos. Algunos estudios hablan de tríada homicida (Douglas y Obhaker) se refieren a enuresis, piromanía y crueldad en animales, y se ha encontrado en el 71 por 100 de maltratadores y el 56 por 100 de delincuentes violentos.
Sin embargo, y aún a riesgo de ser simplista, me parece que la variable que mejor explica los hechos es la disponibilidad de armas y bombas. Nadie bebe agua porque tenga sed, aunque sea la explicación más socorrida. Se bebe agua porque ésta está disponible. Si no fuera así; si no estuviera disponible el agua, te morirías de sed y no podrías beberla. Si el camionero no hubiera tenido seis pistolas, no las habría usado. Impedir el fácil acceso a las armas sería una tarea preventiva de primer orden.