Descubrimientos y colonizaciones.
El doce de octubre de 1492 se produjeron, al menos, dos descubrimientos: los españoles se encontraron con los habitantes del nuevo continente; aunque pensaron que estaban en las indias, y los americanos se hallaron frente a los navegantes que traian, entre otras cosas, cruces y espadas. De igual manera, muchos siglos antes, los romanos descubrieron Hispania y los hispanos a los romanos. Hechos los descubrimientos reciprocos, hubo intercambio de productos, de costumbres, de golpes, de batallas, de traiciones. Hubo, como algunos recuerdan sistematicamente, saqueos, colonialismo y, si nos ponemos trágicos, imperialismo, depredación y esclavismo. Los Romanos y los españoles, tal vez con la codicia como lema, conquistaron a hispanos y americanos. La romanización de Hispania y la Hispanización de América tienen ciertas similitudes. Reivindicar el oro de las Médulas o la plata de Potosí en nuestros días o acusar a los italianos y a los españoles actuales de imperialistas, por aquellos descubrimientos, es una aberración que sólo algún nacionalista caduco y trasnochado puede realizar. Como dijo Marx: “Sin esclavitud no tendréis algodón; sin algodón no tendréis industria moderna. Es la esclavitud la que ha dado valor a las colonias, son las colonias las que han creado el comercio mundial y el comercio mundial es la condición necesaria de la gran industria del Mundo moderno”. En este mundo, ya posmoderno, vivimos españoles y americanos, ingleses e indios, franceses y marroquís esperando que haya otra “América” para descubrir, quizás en el espacio exterior.