el cazurro ilustrado

16 octubre 2006

Día mundial de la alimentación.


Salvo la razón, repartida equitativamente, puesto que todo el mundo dice tenerla en cantidad suficiente (según dijo Descartes); ya nada más está justamente repartido. Unos pocos tienen mucho, unos muchos tienen poco y otros muchos no tienen nada; hasta el extremo de que se mueren de desnutrición y hambre. Se dice que hasta seis millones de niños pierden la vida cada año por hambre, repartidos entre África, América del sur y Asia. Mientras, en Europa, América del norte y Oceanía, la pandemia está causada por el sobrepeso y la obesidad, derivadas de ingestas compulsas y sin control ni medida. Parece que en ambos casos hay un problema de hambre: tanto hambre tiene el rico harto como el hambriento pobre; éste carece de lo necesario y le apetece el alimento porque lo necesita; el otro, con el estómago lleno ya no puede llenarlo más de lo que le sobra. El pobre sufre porque le falta lo que necesita y el rico sufre porque no puede disfrutar más de lo que tiene en abundancia.
Dar de comer al que tiene hambre, de beber al que tiene sed, vestir al que está desnudo es un deber ético de primera magnitud para el primer mundo opulento, ya que el hambre no es ni monárquico ni republicano, ni de izquierdas ni de derechas, ni atea ni creyente. Cuenta Voltaire en “Cándido” que llama a la puerta de la casa de un pastor calvinista para pedir limosna; se asoma la esposa del pastor y le pregunta “¿creéis que el Papa es el anticristo?”, a lo que contesta Cándido: "Yo no creo ahora en nada más sino que tengo hambre”.
Muchos Cándidos llaman hoy a nuestra puerta y les respondemos como hizo la mujer del calvinista.