Agri-cultura.
Decía Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764) “Yo, a la verdad, sólo puedo hablar con perfecto conocimiento de lo que pasa en Galicia, Asturias, y Montañas de León. En estas tierras no hay gente más hambrienta, ni más desabrigada, que los Labradores. Cuatro trapos cubren sus carnes; o mejor diré, que, por las muchas roturas, que tienen, las descubren. La habitación está igualmente rota, que el vestido: de modo, que el viento, y la lluvia se entran por ella como por su casa. Su alimento es un poco de pan negro, acompañado, o de algún lacticinio, o alguna legumbre vil; pero todo en tan escasa cantidad, que hay quienes apenas una vez en la vida se levantan saciados de la mesa..... Ellos siembran, ellos aran, ellos siegan, ellos trillan; y después de hachas todas las labores, les viene otra fatiga nueva, y la más sensible de todas, que es conducir los frutos, o el valor de ellos a las casas de los poderosos, dejando en las propias la consorte, y los hijos llenos de tristeza, y bañados de lágrimas”. A pesar de estas penurias, ha sido la agricultura la que nos ha permitido sobrevivir desde el neolítico hasta hoy. El campesino español trabajó con las mismas herramientas que sus antepasados romanos: el arado romano y el arado de reja se han usado desde hace mucho tiempo para arañar los frutos a la tierra y por eso los rendimientos por hectárea figuran entre los más bajos de Europa. A partir de los años 70 del siglo pasado comienza la mecanización del campo coincidiendo con el éxodo rural, pero en algunas zonas y sólo como residuo se mantienen los métodos tradicionales. En el largo puente del Pilar pude trabajar la tierra como se hacía en el antiguo Egipto, Grecia o Roma :Una pareja de bueyes, un arado y una tierra. Durante la tarea recordé a quienes han despreciado esta profesion diciendo "el campesino es en todo semejante al buey, sólo que no tiene cuernos" y los maldije.