el cazurro ilustrado

18 octubre 2006

Accidentes y elefantes.



Hace ya unos años, justo cuando salió al mercado el vehículo Renault-18, una familia leonesa adquirió el modelo familiar y para celebrarlo se fueron, en buen amor y compañía, al Parque Valwo de Matapozuelos, en Valladolid, donde hay animales de los cinco continentes. Entraron el matrimonio y sus tres hijos pequeños en el recinto, luciendo el flamante coche entre aquellos animales salvajes. Cuando llegaron junto a un elefante, papá bajo la ventanilla con el dispositivo automático para dar al animal unos cacahuetes; éste introdujo la trompa al habitáculo y la hija más pequeña, asustada, apretó el botón, subió el cristal y atrapó la trompa del animal contra el borde de la puerta. Para librarse de la trampa y del intenso dolor que le causaba, con una fuerza descomunal movió la cabeza de un lado a otro, abollando el techo del coche, hasta que logró sacar su nariz.
El padre de familia, muy disgustado, riñó a la pequeña y decidió, sin ninguna oposición ni protesta, volver para casa. Se encontraba muy nervioso y decidió parar a tomar algo para tranquilizarse; pidió una copa, se la tragó y comprobó que rápidamente su malestar y disgusto disminuían. Unos kilómetros más a delante volvió a parar para repetir la ingesta del tranquilizante. Ahora toda la angustia había desaparecido. Muy cerca ya de León, la intensa niebla provocó una colisión múltiple, pero los reflejos conservados y los vigorosos frenos evitaron que su coche chocara con los cinco vehículos que le precedían y que sí se habían besado. Llegó la guardia civil a evaluar los desperfectos, quedando asombrada de los daños en el techo. Picados por la curiosidad le preguntaron cómo había sucedido. Relajado, el conductor contestó: “nada, hombre, un elefante”. El agente de tráfico, inmediatamente, le obligó a salir para someterlo a una prueba de alcoholemia. De nada sirvieron las explicaciones de toda la familia, testigos ciertos de lo ocurrido. El control dio positivo. La multa fue considerable. Todos aprendieron que, a veces, la verdad desnuda es tan increíble, que vale más mentir o, al menos, no decir toda la verdad.