Sesgos en la observación participante.
Los antropólogos B. Malinowski y F. Boas abordaron el estudio de los pueblos mediante el trabajo de campo, trasladándose al entormo de la cultura investigada y participando de sus costumbres y hábitos, para evitar sesgos, erróneas interpretaciones y desviaciones en el análisis del sentido de las diferentes culturas estudiadas.
Siguiendo este mismo método, un investigador y antropólogo italiano decidió estudiar, con el método de la “ observación participante” las costumbres de los pastores de ovejas de las montañas de los Alpes. Convivió con ellos todo un verano, viviendo como un pastor. Realizó cada una de las tareas que les veía hacer; se integró en el grupo y, salvo porque tomaba notas en su cuaderno de campo, nadie podría ni siquiera sospechar que no era un pastor más.
Al finalizar el verano celebraban los pastores la partida hacia las tierras llanas con una gran cena alrededor del fuego. Comían, bebían, cantaban, bailaban y contaban las más increíbles historias de lobos, inclemencias y penurias. Ya de madrugada, observó el antropólogo que un pastor abandonaba el corro y se dirigía al corral de las ovejas. Al cabo de un rato volvió y se sentó. Entonces otro pastor se levantó y recorrió el mismo itinerario. Así fueron haciéndolo uno tras otro. Ya sólo quedaba él por acercarse al corral. Se levantó e imitó a los sujetos en estudio. Al volver, todos los pastores comenzaron a reírse a carcajadas. Sorprendido y un poco molesto, preguntó de qué se reían, ya que había hecho lo mismo que los demás y sólo con él había burlas. Un pastor se lo explicó: “ es que tú te has emparejado con el carnero”.
Cuando se confunde la topografía de una conducta con su función, corremos el riesgo de ver a un policía correr tras el ladrón y pensar que está imitándolo.
Siguiendo este mismo método, un investigador y antropólogo italiano decidió estudiar, con el método de la “ observación participante” las costumbres de los pastores de ovejas de las montañas de los Alpes. Convivió con ellos todo un verano, viviendo como un pastor. Realizó cada una de las tareas que les veía hacer; se integró en el grupo y, salvo porque tomaba notas en su cuaderno de campo, nadie podría ni siquiera sospechar que no era un pastor más.
Al finalizar el verano celebraban los pastores la partida hacia las tierras llanas con una gran cena alrededor del fuego. Comían, bebían, cantaban, bailaban y contaban las más increíbles historias de lobos, inclemencias y penurias. Ya de madrugada, observó el antropólogo que un pastor abandonaba el corro y se dirigía al corral de las ovejas. Al cabo de un rato volvió y se sentó. Entonces otro pastor se levantó y recorrió el mismo itinerario. Así fueron haciéndolo uno tras otro. Ya sólo quedaba él por acercarse al corral. Se levantó e imitó a los sujetos en estudio. Al volver, todos los pastores comenzaron a reírse a carcajadas. Sorprendido y un poco molesto, preguntó de qué se reían, ya que había hecho lo mismo que los demás y sólo con él había burlas. Un pastor se lo explicó: “ es que tú te has emparejado con el carnero”.
Cuando se confunde la topografía de una conducta con su función, corremos el riesgo de ver a un policía correr tras el ladrón y pensar que está imitándolo.