Educación y control de contingencias.
En el “Mundo feliz” de Huxley se aplicaba una corriente eléctrica a los niños cada vez que cogían un libro con el fin de que sintieran aversión hacia ellos. Los niños judíos, cuando aprenden a leer, besan la portada del libro, sobre la que se ha dejado una gota de miel, con la finalidad de que el libro les guste más. Multitud de padres y educadores se rasgarían las vestiduras ante tales sistemas; pero algo hacen ellos, sea eficaz o no, para instaurar conductas en sus hijos y alumnos. Ocurre que , a veces, los resultados no son los apetecidos. Unos jóvenes disfrutan de la lectura y otros la odian; a unos les gusta la naturaleza y a otros el boxeo; unos perseveran en sus esfuerzos largo tiempo y otros abandonan rápidamente. La diferencia con los niños judíos y de Huxley es que en ellos el control de las contingencias es clara y decidida para conseguir los objetivos.
Hoy, en la escuela y en la familia, las contingencias ambientales se presentan, casi siempre, al margen de los deseos de padres y educadores. En algunos casos se consiguen los objetivos gracias a que, por azar, las contingencias se han combinado de la manera adecuada. Ante la ignorancia y perplejidad de padres y profesores, las contingencias actúan y modelan las conductas del niño, de acuerdo con una combinación fortuita. Si los resultados son satisfactorios, padres y maestros se apuntan el mérito; si no lo son, hablan del carácter o la personalidad del niño para justificar el fracaso en el logro de los objetivos. Si padres y profesores no asumen el control de las contingencias, alguien o algo las controlará. El problema es quién asume el control y para obtener qué.
Hoy, en la escuela y en la familia, las contingencias ambientales se presentan, casi siempre, al margen de los deseos de padres y educadores. En algunos casos se consiguen los objetivos gracias a que, por azar, las contingencias se han combinado de la manera adecuada. Ante la ignorancia y perplejidad de padres y profesores, las contingencias actúan y modelan las conductas del niño, de acuerdo con una combinación fortuita. Si los resultados son satisfactorios, padres y maestros se apuntan el mérito; si no lo son, hablan del carácter o la personalidad del niño para justificar el fracaso en el logro de los objetivos. Si padres y profesores no asumen el control de las contingencias, alguien o algo las controlará. El problema es quién asume el control y para obtener qué.