(Dis)capacidad.
Una vez aprobada la Convención Internacional para los Derechos de las Personas Discapacitadas por La ONU, los países que la ratifiquen ( serán casi todos) se obligarán a promover, proteger y garantizar el disfrute pleno y por igual de todos los derechos humanos por las personas con discapacidad. Se legislarán o relegislarán áreas fundamentales tales como la accesibilidad, la movilidad personal, la salud, la educación, el empleo, la habilitación y rehabilitación, la participación en la vida política, la igualdad y la no discriminación. Pero al margen de los necesarios cambios legislativos, será imprescindible una modificación de las prácticas sociales y esto sólo será posible haciendo un análisis de las contingencias que las mantienen.
Mientras una mayoría de gente siga sintiendo pena por los discapacitados; mientras el "etiquetado" social de las personas con discapacidad los considere como individuos con un "estatus especial negativo"; mientras los discapacitados sientan que las mayores barreras no son los edificios inaccesibles, ni sus propias restricciones sino el tratamiento diferente que les otorgan las personas “no discapacitadas”; mientras muchos educadores y padres se refugien en las etiquetas como la causa de la discapacidad; mientras los niños discapacitados intelectuales estén horas y horas en clase “pintando el pollo de amarillo”, por la falta de capacitación pedagógica del profesorado; mientras se hable de “ Educación especial”; mientras la sexualidad del discapacitado sea un tema tabú; mientras los padres sufran la angustia de pensar “que será de mi hijo cuando yo falte”; mientras siga habiendo otros miles de mientras, aunque las leyes sean claras y precisas con los derechos de los discapacitados, seguirá habiendo discriminación, marginación y exclusión.