Campanas, esquilas, cencerros y GPS.
El sonido, viajando invisible desde diversas fuentes (campanas, cencerros o esquilas) hasta los oídos de los vivientes, tuvo una función tan importante o más que los modernos GPS para la comunicación y el control de humanos y animales.
El sonido de una campana orientaba a los viajeros hacia la posada en el alto del puerto de Vegarada en las oscuras y heladas noches, evitando fatales extravíos.
El repique de la campana, no sólo avisaba del comienzo de los oficios religiosos, sino que llamaba a los vecinos a la “hacendera”; indicaba que ya se podían soltar las vacas hacia los pastos previamente acotados; señalaba que alguien había muerto ; anticipaba y mitigaba las tormentas; reunía el concejo de “sabios”; urgía a apagar fuegos y alertaba sobre la inminente llegada de los enemigos.
En su versión portátil se transformaron las campanas en cencerros, cencerras y esquilas, colgadas, no ya en un campanario sino en los pescuezos de los animales, para indicar el punto exacto de su posición a los pastores y al resto de la manada que, acostumbrada a los tintineos de los cencerros de los animales más expertos, si dejaba de oírlos entendía que estaba traspasando los límites de seguridad establecidos.
Las dispares formas y tamaños de estos instrumentos y las diversas formas del badajo daban como resultado sonidos diferentes y así el pastor sabía qué animal era y donde estaba; además, la velocidad del choque del badajo delataba el estado de ánimo del portador, desde la serena quietud con sonidos aislados, hasta la angustia del insistente repiqueteo.
A punto de desaparecer esta forma de comunicación y control, viene siendo sustituida por posmodernos cencerros electrónicos, pero al ser portados por cada uno de los miembros de la manada ya no existe la posibilidad de seguir el sonido de los expertos. Quizás por eso todo el mundo se busca y se sigue a sí mismo, ignorando a los otros, aunque los tenga a su lado con la "esquila móvil" emitiendo multitud de sonidos polifónicos.
El sonido de una campana orientaba a los viajeros hacia la posada en el alto del puerto de Vegarada en las oscuras y heladas noches, evitando fatales extravíos.
El repique de la campana, no sólo avisaba del comienzo de los oficios religiosos, sino que llamaba a los vecinos a la “hacendera”; indicaba que ya se podían soltar las vacas hacia los pastos previamente acotados; señalaba que alguien había muerto ; anticipaba y mitigaba las tormentas; reunía el concejo de “sabios”; urgía a apagar fuegos y alertaba sobre la inminente llegada de los enemigos.
En su versión portátil se transformaron las campanas en cencerros, cencerras y esquilas, colgadas, no ya en un campanario sino en los pescuezos de los animales, para indicar el punto exacto de su posición a los pastores y al resto de la manada que, acostumbrada a los tintineos de los cencerros de los animales más expertos, si dejaba de oírlos entendía que estaba traspasando los límites de seguridad establecidos.
Las dispares formas y tamaños de estos instrumentos y las diversas formas del badajo daban como resultado sonidos diferentes y así el pastor sabía qué animal era y donde estaba; además, la velocidad del choque del badajo delataba el estado de ánimo del portador, desde la serena quietud con sonidos aislados, hasta la angustia del insistente repiqueteo.
A punto de desaparecer esta forma de comunicación y control, viene siendo sustituida por posmodernos cencerros electrónicos, pero al ser portados por cada uno de los miembros de la manada ya no existe la posibilidad de seguir el sonido de los expertos. Quizás por eso todo el mundo se busca y se sigue a sí mismo, ignorando a los otros, aunque los tenga a su lado con la "esquila móvil" emitiendo multitud de sonidos polifónicos.