La realidad de la ilusión.
Una de las características humanas más socorridas es la ilusión: “Estoy ilusionado con...”; “ Mi ilusión es ...”; “Hay que vivir ilusionado”; pero las ilusiones son embustes, ficciones, engaños, supersticiones, artificios, milagros, apariencias, sueños, magias o prestidigitaciones y pueden ser también entusiasmos, alegrías o esperanzas. Sean lo que fueren, existen indicios racionales de que carecen de fundamento en la realidad, porque derivan de distorsiones perceptivas. Lo más curioso es que, aunque las reconozcamos como tales, no las evitamos. Comenzamos por desear que algunas cosas sean de determinada manera y a partir de ahí encontramos las pruebas para demostrar que las cosas son como las hemos deseado. La primera impresión y apariencia del mundo es nuestra verdad, pero siempre relativa o verosímil. Una cierta decencia intelectual o racional debería llevarnos a no engañarnos a nosotros mismos y a abandonar las ilusiones por encantadoras que resulten; sino, además de estar ilusionados, seremos ilusos.