Hombres y cecinas.
En una carta que escribe A. Guevara (1480-1545) al Abad de San Pedro de Cardeña, para agradecerle el préstamo de los Diálogos de Ocham y el regalo de unas cecinas, puede leerse: “Por más sazonadas y aún más sabrosas tengo yo las cecinas de la Montaña, que no las de Castilla, porque en la Montaña son las yerbas más delicadas, las aguas más delgadas, las tierras más frías y los animales más sanos y los aires más sutiles. Que sea mejor tierra la Montaña, que no Castilla, parece claro, en que los vinos que van de acá allá son más finos y los hombres que vienen de allá se tornan más maliciosos; de manera que allá les mejoramos los vinos y ellos acá nos empeoran los hombres. Bien estoy yo con lo que decía Diego López de Haro: es a saber, que para ser uno buen hombre, había de ser nacido en la Montaña y traspuesto en Castilla; mas pésame a mi mucho que aquellos de mi tierra se les apega poco de la crianza que tenemos y mucho de la malicia que usamos. Cuando preguntamos a un vecino del Potro de Córdoba, del Çocadover de Toledo, del Corrillo de Valladolid, o del Azoguejo de Segovia, que de dónde es natural, luego dice que es verdad haber él nacido en aquella tierra, mas sus abuelos vinieron de la Montaña; por manera que en el tener quieren ser castellanos, y en el linaje quieren ser montañeses.”
Se comprueba entonces que ya mucho antes de que en este blog se alabaran los encantos de la montaña, otros lo habían hecho notar a todo el mundo, porque las obras de Guevara se publicaron durante los siglos XVI y XVII más de 600 veces por toda Europa.