el cazurro ilustrado

11 julio 2006

La cal, viva o muerta.

Rodeados como estamos de montañas calizas no hay pared, ni cerca, ni valla, ni muro, ni enlosado, ni aun tabique que no contenga estas piedras; hasta “los caleros”, una especie de hornos donde quemaban la roca caliza para convertirla en cal eran del mismo material. Gran pericia hubieron de tener para que el propio horno no se trocara también en cal viva.
Para producir cal alternaban en el calero capas de leña y de piedra caliza. Prendían fuego a la leña y cuando la piedra alcanza una alta temperatura se convierte en cal viva. La cal tuvo múltiples usos: mezclada con arena hizo de argamasa y mortero para juntar piedra con piedra en la construcción. Con cal se blanqueaban las casas; con cal se desinfectaban los establos, con cal se pintaban los troncos de los árboles frutales para evitar plagas; con cal neutralizaban los suelos ácidos; con cal depuraban los pozos “ciegos”; con cal curaban enfermedades de los animales; con cal combatieron epidemias de cólera, tifus y peste; con agua de cal paliaron laringitis, faringitis, amigdalitis, vómitos, diarreas y acidez de estómago; con cal consiguieron ropa más blanca; con cal curtireron pieles y con cal cubrían los cadáveres de los animales.
Viva o muerta, fue la cal uno de los elementos que más contribuyó a la supervivencia en la montaña. Con cantos y cal cerraron la entrada a muchas hostilidades del entorno.