Vacaciones, fiestas, santos, cristos y vírgenes.
En las vacaciones de verano, es típico y tópico que cada pueblo celebre su fiesta patronal con festejos de la más diversa índole, unos tradicionales y otros no tanto. El 25 de julio y el 15 de agosto (Santiago y la asunción de la virgen) tienen un protagonismo especial y más de media España verbenea en su honor. Puede observarse en estas fiestas que gran parte de los españoles ( al menos de los montañeses) son católicos por conveniencia, por tradición o por costumbre, pero no por esa convicción que, dicen, nace del profundo conocimiento de una doctrina y su compenetración con ella o de una larga deliberación o de una lucha íntima.
Se constata, a poco que se mire, que la mayoría de la gente, aún cuando acude a algún ritual para la devoción al Cristo, Virgen o Santo de turno, no sólo no son creyentes, sino que pueden ser blasfemos habituales u hostiles en mayor o menor grado con el clero y todo lo que representa.
El comportarse como buenos cristianos, participando de manera activa en las actividades rituales que implica dicha condición, es algo perfectamente compatible con la carencia absoluta de fe. «Se puede ser católico ferviente y practicante sin ser creyente» dice Belmont, y así se hace en cualquiera de las “Grandes fiestas en honor de.....” en todos los pequeños pueblos que conozco.
Se constata, a poco que se mire, que la mayoría de la gente, aún cuando acude a algún ritual para la devoción al Cristo, Virgen o Santo de turno, no sólo no son creyentes, sino que pueden ser blasfemos habituales u hostiles en mayor o menor grado con el clero y todo lo que representa.
El comportarse como buenos cristianos, participando de manera activa en las actividades rituales que implica dicha condición, es algo perfectamente compatible con la carencia absoluta de fe. «Se puede ser católico ferviente y practicante sin ser creyente» dice Belmont, y así se hace en cualquiera de las “Grandes fiestas en honor de.....” en todos los pequeños pueblos que conozco.