el cazurro ilustrado

06 julio 2006

Niños, tests, psicólogos y escuelas.

Los tests de inteligencia miden la cultura alcanzada por un sujeto en los factores que incluyen, o el éxito en una cultura del mismo tipo que la elaboradora de tests, o miden la brillantez o torpeza de las clases acomodadas, o la altura intelectual en las áreas urbanas. Es comprensible que todos aquellos que pertenezcan a culturas de baja tecnificación, muy poco urbanas, con un fuerte acento rural, o no “burguesa” es decir, de medios culturales ajenos, extraños y marginados del mundo en que se elaboran los tests, alcanzarán bajos resultados.

Klineberg y Myrdal dicen: "los resultados de los tests de inteligencia dependen no sólo de factores innatos, sino también de la escolaridad, el nivel educacional de los padres, la presencia o ausencia de barreras sociales, la actitud hacia la situación de test, la actitud hacia el que administra la prueba y otros factores más". Niblett afirma: " no es improbable que el contenido de lo que se llama inteligencia general (G) esté afectado por lo que esta sociedad valora como inteligente"
Múltiples investigaciones ponen de manifiesto que el concepto de inteligencia debe ser utilizado con muchas reservas y en los ambientes educativos con gran precaución. Siguiendo a J. del Vaes seguro qué, generalmente, el uso de los tests en la escuela es mucho más perjudicial que beneficioso, porque además de los inconvenientes antes mencionados, se aplican mal y se hace un uso inadecuado de ellos. A veces se aplican de mala manera, por personal no cualificado, de forma colectiva y con gran descuido.
Las personas ( a veces los ordenadores) que analizan los resultados no saben como deben interpretarse.
Aun tomando todas las precauciones y haciéndolo una persona muy experta, un test no es más que un elemento dentro de un diagnóstico, que debe completarse con otras pruebas y entrevistas. El uso de los tests en las escuelas debería estar sometido a controles muy estrictos y servirse de ellos solamente en casos excepcionales.
Pero además de la falta de garantías con que se obtienen los resultados de los tests ocurre otro problema igualmente grave, el de la interpretación de los resultados.
Los maestros, profesores y también los padres atribuyen a menudo a los resultados del test mucho más valor del que éstos tienen y se forman entonces una idea acerca del niño o niña que si que puede influir decisivamente sobre su rendimiento académico.
Diversas experiencias han puesto de manifiesto que las actitudes y expectativas del profesor hacia el alumno constituyen un factor muy importante para el rendimiento escolar con independencia de la supuesta capacidad que miden los tests. Dicho de otra manera, la creencia de un profesor en que un alumno es capaz ( que vale, que puede...) determina más su buen rendimiento que su inteligencia medida por los tests y lo mismo sucede al revés, un alumno del que el profesor opina que es malo o que no vale, es fácil y altamente probable que obtenga malos resultados. solo por estas razones, aunque haya muchas más, es extremadamente peligroso y perjudicial el uso de los tests en los ámbitos académicos, pues pueden determinar actitudes del profesor, del psicólogo y de los padres que se convertirán en realidades como consecuencia de creer que los resultados en los tests son la autentica expresión de la inteligencia de un alumno.
Además, no es función de la escuela realizar diagnósticos ni considerar al alumno como un paciente, sino que debe analizar competencias y dificultades de los alumnos, teniendo en cuenta que cuando existe un problema de aprendizaje, siempre hay un problema de enseñanza al lado. Analizar los procesos de aprendizaje de los alumnos lleva, ineludiblemente, a analizar los métodos de enseñanza.