el cazurro ilustrado

25 junio 2006

Excelente socialización.


El desarrollo psicosocial de los niños de la montaña tenía y tiene los mismos objetivos que el de los de la ciudad, pero los contenidos son muy distintos. No acuden al conservatorio ni a las academias ni a los gimnasios, pero el propio entorno les enseña a distinguir, a edades tempranas, gran número de animales, plantas, lugares, caminos y prohibiciones. Con la observación, la participación espontánea y con gusto por imitar desarrollan una gran cantidad de técnicas y habilidades, que pueden ser la base para su inclusión social: manejar el hacha y el hocil cortando leña; subir a los árboles, caminar por sitios escabrosos; manejar azadas, rastrillos, horcas y guadañas y tratar eficazmente a los animales.
Desde muy temprana edad los niños son capaces de participar activamente en la vida productiva de la familia y comienzan a tener algunas responsabilidades y obligaciones. Sin embargo, sus tareas no son tan rigurosas y pesadas como las de los mayores; cada cual hace lo que puede hacer y a nadie se le exige más de lo que puede dar. Solo les resta ampliar y perfeccionar sus saberes a través de la práctica. No existen guías especiales, aprenden haciendo y mirando, errando y corrigiendo; los mayores, ocasionalmente, aclaran, corrigen o ayudan a los pequeños aprendices. Esto es socialización no consciente ni dirigida. A estas costumbres no se las puede denominar como “trabajo infantil”, salvo que tambien lo sea que un niño toque el piano o practique un deporte tres horas al día. Se llega a los mismos objetivos con contenidos totalmente diferentes. Cuando la funcionalidad rige, el aprendizaje esta asegurado. Si no lo creéis, mirad la foto.