Enseñanza y creatividad.
Un profesor, para complicar la vida de sus alumnos, preguntó: ¿cuántas cestas de tierra tiene la montaña que tenemos enfrente? A lo que uno de los estudiantes respondió: Señor, depende de cómo sea la cesta que se tome para hacer la medida; si la cesta es tan grande como la montaña, toda ella no tendrá más de una cesta; si fuese como la mitad de la montaña, tendrá dos cestas; si como la cuarta parte, tendrá cuatro”.
Otro profesor hizo esta pregunta: ¿cómo se puede medir la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro?.
Uno de los alumnos más brillantes respondió: lleva el barómetro a la azotea del edificio y átale una cuerda muy larga. Descuélgalo hasta la base del edificio, marca y mide. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio.
Al ver la respuesta, el profesor le dio otra oportunidad antes de suspenderle; entonces el alumno contestó: “coge el barómetro y lánzalo al suelo desde la azotea del edificio, calcula el tiempo de caída (t) con un cronómetro. Después se aplica la formula altura = 0,5 * g * t2 (g = aceleración de la gravedad) . Y así obtenemos la altura del edificio.”
El profesor, ya casi enfadado, le dijo que si no conocía otras maneras de medir la altura con el barómetro. El alumno le dijo: “coges el barómetro y te sitúas en las escaleras del edificio en la planta baja. Según subes las escaleras, vas marcando la altura del barómetro y cuentas el numero de marcas hasta la azotea. Multiplicas al final la altura del barómetro por el numero de marcas que has hecho y ya tienes la altura; o podemos atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si calculamos que cuando el barómetro esta a la altura de la azotea la gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla formula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio. Pero, probablemente, la mejor menera sea coger el barómetro y golpear con él la puerta de la casa del conserje. Cuando abra, le decimos: señor conserje, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo”.
La enseñanza de hoy, tan llena de tópicos cómo “ espíritu crítico”, “creatividad”, “ aprendizaje significativo” o “enseñar a pensar”, ¿admitiría estas respuestas cómo válidas?. Mucho me temo que al margen de las teorias educativas, algún sector del profesorado adjudicará un glorioso “cero” a tales respuestas, porque es imposible enseñar y evaluar lo que no se sabe o de lo que se carece.